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Un día en la vida de un campesino cafetero

``Soy un campesino y lo digo con mucho orgullo`` Carlos Mario Perez.

Un día en la vida de un campesino cafetero

El relato de un día en la vida de un campesino cafetero empieza con el protagonista, Carlos Mario Perez, un calarqueño (de Calarca) de 52 años de edad, que dedica su vida al campo desde que era niño. Creció rodeado de animales, cultivos y con el exquisito aroma de su tan apreciado café, aquel que le permitió sostener a su familia y lograr que sus tres hijos pudieran estudiar.

Actualmente reside en Buenavista – Quindío, lleva aproximadamente 45 años trabajando como campesino en la capital cafetera de Colombia.

Su labor empieza a las 4:30 de la mañana. Se levanta a juntar leña para preparar el tinto, a moler maíz para hacer arepas, además de cuidar los cerdos; lavar cocheras y darles alimento es una de sus primeras tareas. Después de haber tomado su bebida preferida, pela el café, lo lava y lo pone a secar al sol.

En la finca La Esperanza a los trabajadores que llegan a las 6:00 a.m. los espera con un pocillo de café caliente. Carlos Mario o el primo como le llaman, se dirige con sus 4 trabajadores al tajo (lugar donde se encuentran las matas de café); entre risas y música carranguera que emite la radio, realizan su quehacer. A las 8:00  suben a desayunar. Martha Giraldo, la esposa de Carlos, los espera con platos de calentado, arepa, carne o huevo, junto con una taza de chocolate.

A las 8:30 retornan a su labor y trabajan muy duro durante las siguientes cuatro horas. Al medio día suben a almorzar; sus espaldas cargan los costales con el café que hasta el momento han recogido. Siempre se encuentran con platos rebosados de fríjoles, sancocho, lentejas, arvejas, sudado o blanquillos, acompañados de una taza de agua de panela.

A la 1:30 regresan al tajo. Llevan las bogaderas llenas de limonada, las manos sucias y maltratadas, los hombres cansados, son el resultado de una larga jornada de trabajo que finaliza a las 5:00 p.m.

El descanso es esperado, pero el trabajo aún no termina. Las tareas de la finca aún esperan por Carlos, los animales necesitan de su cuidado y él está dispuesto a atenderlos; alimenta los cerdos, gallinas, perros, patos y pájaros, además de consentir un poco a sacha, su perrita fiel, y de cortar un poco de leña.

Carlos se caracteriza por ser un hombre luchador, humilde, estricto y puntual, ama su labor y cada día se levanta con los mismos deseos de trabajar en el campo. “Desde los siete años trabajo cogiendo café, ya me acostumbré, no me duelen las manos, quiero seguir trabajando aquí hasta que me muera”.

A las 8:00 p.m. finaliza la ardua labor del campo de Carlos. Su esposa le calienta agua para bañarse, como suele hacerlo todas las noches. Después se va directo a la cama.

Cuando se termina la cosecha de café, los días transcurren de manera diferente; Carlos abona, fumiga o platea (bolea machete). Los sábados son los días preferidos para subir al pueblo, encontrarse con sus amigos, pasar una tarde agradable en el parque y, principalmente, recibir el fruto de la semana de trabajo, su pago de $63.000 a $73.000 por arroba, según el estado del café.

``Soy un campesino y lo digo con mucho orgullo`` Carlos Mario Perez